En casi todas las etapas del Colón ha habido problemas de reglamentos de trabajo y los hay ahora. Hubo varios intentos de modificar este viejo reglamento, todos sin éxito. Cuando se pretendió que se aplicaba un reglamento nuevo éste no estaba consensuado y las transgresiones al mismo eran constantes. En la actualidad siguen rigiendo los denominados “usos y costumbres”, o sea las maneras de organización que tienen décadas de vigencia, muchas de ellas avaladas por actas firmadas por delegados y directores.
Concursos: durante muchos años el Gobierno culpablemente no hizo concursos para completar las plantas artísticas y técnicas y por ello había un importante porcentaje del orden del 25 al 30% de empleados por contrato de servicio, contratos “basura” sin cobertura alguna y que permitían echar sin indemnizar. Cuando finalmente los realizó hace siete años fueron mayormente usados para estabilizar a los contratados. Los cambios de planta fueron mínimos y en el caso del Ballet, se da el caso de que no haya primeros bailarines designados o que algunos se hayan estabilizado a los 40 años de edad, por la quita del regimen especial que tenían en el pasado que les permitía jubilarse a esa edad. El procedimiento lógico en el futuro es que se realicen concursos abiertos y libres toda vez que sea necesario, pudiendo en ciertos casos acumularse hasta tres o cuatro vacantes, pero no más. Es una de las premisas de excelencia para nuestro Teatro.
Con respecto a las jubilaciones, en el 2005 se sinceró parcialmente una vieja situación que estaba en la base de los reclamos legítimos de los artistas que llevaron a las huelgas: se blanqueó casi el 50% del sueldo que se pagaba en negro y que no contaba para la jubilación, provocando así que éstas fuesen muy insuficientes y que los empleados no quisieran jubilarse, cosa que ocurría porque los Gobiernos preferían hacer la vista gorda a sanear el régimen. Ello fue un paso adelante, pero no arregla el problema de aquellos que están en sus últimos años de trabajo; p.ej., un clarinetista que tenía 63 años en 2005 debería jubilarse este año y le computarán los últimos diez, o sea que tendrá dos años blanqueados pero ocho sin blanquear. A ello se agrega el especial caso de los bailarines que antes tenían un régimen especial, pero ahora deben jubilarse a los 65 años. Por supuesto esto los convierte en inactivos por desgaste físico, y además obliga a contratar gente nueva en condiciones físicas aptas, que no puede estabilizarse porque los que deberían irse no se van. Así se vuelven a acumular contratados en una situación de absurdo kafkiano.
Concursos: durante muchos años el Gobierno culpablemente no hizo concursos para completar las plantas artísticas y técnicas y por ello había un importante porcentaje del orden del 25 al 30% de empleados por contrato de servicio, contratos “basura” sin cobertura alguna y que permitían echar sin indemnizar. Cuando finalmente los realizó hace siete años fueron mayormente usados para estabilizar a los contratados. Los cambios de planta fueron mínimos y en el caso del Ballet, se da el caso de que no haya primeros bailarines designados o que algunos se hayan estabilizado a los 40 años de edad, por la quita del regimen especial que tenían en el pasado que les permitía jubilarse a esa edad. El procedimiento lógico en el futuro es que se realicen concursos abiertos y libres toda vez que sea necesario, pudiendo en ciertos casos acumularse hasta tres o cuatro vacantes, pero no más. Es una de las premisas de excelencia para nuestro Teatro.
Con respecto a las jubilaciones, en el 2005 se sinceró parcialmente una vieja situación que estaba en la base de los reclamos legítimos de los artistas que llevaron a las huelgas: se blanqueó casi el 50% del sueldo que se pagaba en negro y que no contaba para la jubilación, provocando así que éstas fuesen muy insuficientes y que los empleados no quisieran jubilarse, cosa que ocurría porque los Gobiernos preferían hacer la vista gorda a sanear el régimen. Ello fue un paso adelante, pero no arregla el problema de aquellos que están en sus últimos años de trabajo; p.ej., un clarinetista que tenía 63 años en 2005 debería jubilarse este año y le computarán los últimos diez, o sea que tendrá dos años blanqueados pero ocho sin blanquear. A ello se agrega el especial caso de los bailarines que antes tenían un régimen especial, pero ahora deben jubilarse a los 65 años. Por supuesto esto los convierte en inactivos por desgaste físico, y además obliga a contratar gente nueva en condiciones físicas aptas, que no puede estabilizarse porque los que deberían irse no se van. Así se vuelven a acumular contratados en una situación de absurdo kafkiano.
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