CARGOS JERÁRQUICOS

La estructura tradicional del Teatro tiene cuatro Directores: General, con poder de veto sobre los demás; Artístico, abarcando todos los aspectos de la programación u operatividad, excepto el Técnico; el Administrativo, que coordina el manejo del presupuesto con el General y aplica todos los aspectos organizativos de su área; y el Técnico (o Esceno-Técnico, como ahora lo denominan), que controla la puesta en escena de los espectáculos. Esta estructura, que en principio parece buena, tiene la falla de subordinar el Artístico al General, cuando es lo artístico lo que define al Teatro. Además, está la dificultad del frecuente choque de personalidades opuestas (a veces tontamente buscado por la Jefatura de Gobierno, ya que aquí no se aplica aquello de “divide y reinarás”). El Jefe de Gobierno debe elegir jerárquicos cuya compatibilidad esté comprobada, o dejar que el General elija su artístico, por las evidentes ventajas del trabajo en equipo. En la actualidad hay en la estructura una innovación incomprensible: el nombramiento de un Director General Adjunto, que en la práctica es superfluo: las tareas del Director General son propias de él; puede tener un asistente pero con otra jerarquía. Y la otra presumible tarea de ese Director Adjunto, la Administrativa, también está cubierta. Tener en cuenta también las funciones específicas de un Director General actualmente: comprende no sólo los lineamientos generales artísticos consensuados con el Director Artístico, sino que puede ocuparse de modo directo de los honorarios de los artistas (en ciertas etapas esto lo realizó el Artístico), contratar para el Colón números específicos artísticos que no sean producidos por el Teatro , buscar el apoyo de sponsors, representar al Colón ante la Jefatura de Gobierno y la Legislatura, o ante otros estamentos políticos o artísticos nacionales e internacionales, promover y realizar cambios ejecutivos dentro del Teatro, ocuparse de problemas de seguridad, y un amplio etcétera.
Si bien la carga de trabajo es grande, la experiencia histórica demuestra que la mejor solución es unir en una sola persona los cargos de Director General y Artístico, naturalmente si es la indicada en cuanto a idoneidad, buen rumbo y capacidad de absorber tareas. Y si sabe delegar con inteligencia. En varias ocasiones, y por nombramiento directo, se tuvieron con este esquema las mejores gestiones del Teatro, ya que hay unidad de criterio. Pero ya sea con esta modalidad o con la separación en dos cargos, un aspecto esencial es la buena relación y la comunidad de ideas entre el Director del Colón y el Jefe de Gobierno a través de su Ministro de Cultura. Con respaldo adecuado e ideas positivas se tiene un buen Teatro. Si hay injerencias indebidas políticas , no se logra. Se debe considerar el asunto como un pacto recíproco, y la lealtad es factor esencial (en ambas partes). El Jefe de Gobierno no necesita ser especialista en cuestiones musicales, pero sí estar de acuerdo con el objeto y las líneas generales de operatividad del Colón.
¿Qué deben exigirle sus superiores jerárquicos al Director del Colón? Varias cosas:
a) Confección y ejecución de un plan plurianual de ópera, ballet y conciertos que tenga calidad artística de acuerdo a los parámetros presupuestarios razonables que se hayan fijado.
b) El estricto cumplimiento de ese presupuesto. Ello implica un método de confección de presupuesto que tenga un exacto conocimiento de los costos y del control de los mismos.
c) El aprovechamiento más integral posible del Calendario en todos los ámbitos de actuación que posee el Teatro.
¿Qué debe exigirle el Director del Colón a sus superiores jerárquicos?
a) Que lo respalden plenamente en la medida en que él haya cumplido el pacto.
b) Que no interfieran el Calendario con funciones oficiales no previstas o con espectáculos que no condicen con la vocación del Teatro, o que sí condicen pero alteran la mecánica interna de ensayos.
c) Que eviten hacer entrar “protegidos” a la planta de trabajo del Colón y que no ataquen por motivos políticos a artistas del Teatro.
d) Muy especialmente, respetar las pautas que ellos mismos han marcado (como por ejemplo, no disminuir el Presupuesto).
Hay un punto que merece una especial mención: ¿qué es un presupuesto razonable? Los sueldos y gastos fijos son un porcentaje muy mayoritario del total de gastos, un poco más de un 85%, y se pagan aunque el Colón esté inactivo. Cualquier ahorro es sobre el 15% restante, que cubre producciones y honorarios. El problema se agudizó con la devaluación (3 a 1 en dólares, 4 a 1 en euros) que ha significado un enorme retroceso en la posición relativa del Colón con respecto a los grandes teatros del Hemisferio Norte. Y en consecuencia, si antes se disponía de una suma ya exigua de unos 12 millones de pesos equivalentes a igual número de dólares, ahora equivalen a 4 millones de dólares. No hay teatro internacional que pueda manejarse a alto nivel con una suma tan reducida. Por ello la Ciudad debería asignarle al Colón una partida presupuestaria mayor con lo cual el Teatro podría recuperar parcialmente su posición internacional ( si en los años 60 estaba entre los diez primeros del mundo, es difícil establecer su posición en el ranking actual, pero es ciertamente muy baja para un teatro de sus proporciones, el segundo teatro lírico más grande del mundo, y su prestigio ). Si es política de la Ciudad (y debería serlo) posicionar a Buenos Aires como la capital cultural de Sudamérica que supo ser, tiene perfecta lógica que se refuerce el presupuesto del Colón.
En años recientes se practicó un sistema que aún rige y que resulta negativo y arbitrario: todo lo que no es fijo se financia con ingresos reales por Boletería o alquileres y no hay garantía de una cifra, lo cual provoca un horizonte de total incertidumbre que conspira a la hora de programar con una anticipación de por lo menos tres años, plazo mínimo para que las figuras relevantes en la música internacional actual puedan volver a ser contratadas y así formar parte de los elencos de las producciones del Teatro, de maner tal que no sólo aquellos que tienen medios para viajar al exterior puedan tener contacto con las primeras figuras del exterior, sino que esto se haga extensivo al público porteño. Además el sistema actual puede estar muy afectado por la inflación si ésta fuese alta (incluso si la inflación anual es de 10% ya resulta significativa y puede provocar desfasajes en los pagos si no se asignan recursos adicionales). Se impone volver a la lógica en un teatro que es municipal y hacer un sistema contrario: lo que se recupera a través de la taquilla vuelve a Gastos Generales pero el presupuesto asignado a la programación cada año no depende de tal recuperación. Mientras persista el sistema que rige hoy en dia no hay posibilidad alguna de presupuestar a largo plazo, que es otro aspecto esencial no cumplido en la actualidad.
Además el presupuesto siempre debe contemplar suficientes fondos para el pago: por una parte de los derechos de autor y por otra de los alquileres de materiales. Son éstos los gastos normales de cualquier gestión con calidad artística (que implica renovación y amplitud) y no pueden supeditarse a estrecheces de caja; si no se contemplan llevan a una debacle, como ocurrió hace unos años y las editoriales casi paralizan al Colón.
Han sido muy serios los problemas ocasionados por la “cuenta única” implantada en 1998, centralizando todos los gastos de la ciudad; en el sistema anterior, pese a no haber una autarquía declarada, existía una semiautonomía que aplicada con habilidad había permitido que las cuentas del Colón se fueran pagando en tiempo y forma sin grandes sobresaltos. Se optó por la cuenta única debido a la sobreejecución presupuestaria que se había producido en los teatros de la ciudad y la intención era la de controlar mejor los gastos; pero la solución pasa por auditorías permanentes que impidan tal sobreejecución; ahora burócratas sin sentido de la dinámica de un teatro manejan el dinero municipal con criterios que no se compatibilizan con las necesidades del Colón, enviando dinero tarde con mucha frecuencia. Por eso sería deseable que el Teatro obtuviera la autarquía, que le permitiera disponer de las partidas presupuestarias que el Estado le asigna, y de los ingresos que genera por si mismo.

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