INVERSIÓN DEL COLON


El Colón, una vez superada la etapa inicial de concesión a empresarios (1907-28), se institucionalizó y municipalizó a partir de 1928 con la creación de sus cuerpos estables. A partir de entonces se siguió el criterio de los teatros europeos subvencionados por el Estado, ya sea nacional, provincial o municipal. Se basa en la responsabilidad cultural del Estado, y por ello el gasto se considera inversión. Todos los teatros líricos del mundo dan pérdida en la actualidad. En Europa esa pérdida es enjugada básicamente por el Estado, si bien en los últimos quince años se intenta que cierto porcentaje lo asuman mecenas privados. En los teatros de Estados Unidos no hay tradición de responsabilidad cultural estatal y en su mayor porcentaje se depende del mecenazgo privado; en ese país hay filantropía, leyes adecuadas y mucho dinero. Recientes gobiernos porteños han pretendido ir cambiando la ecuación y han estado mezquinando fondos a pesar del fuerte superávit que tuvo la Ciudad en el 2003, 2004, 2005 y 2006.
Ante la falsa pero siempre invocada disyuntiva de la presunta injusticia de invertir fondos en cultura cuando hay necesidades sociales apremiantes, conviene notar que uno solo de los muchos hospitales municipales, el Garrahan, cuesta tres veces más que el Colón por año. En términos internacionales el Colón ya costaba barato antes de la devaluación; después, los valores llegan a apenas unos U$S 18 millones por año; culaquier teatro de primera línea cuadruplica al menos esa cifra y en algún caso (Opera de Viena) se multiplica por ocho. Quien firma insiste sobre un aumento de presupuesto y como primera etapa de una gradual y sostenida recuperación en el ranking mundial. Buenos Aires es una ciudad rica, con fuertes impuestos que pagan sus ciudadanos, los mismos que tienen derecho a un mejor Teatro Colón.
Es verdad que el Colón no está en una burbuja, y que su recuperación debe acompañar a la de la ciudad y el país. No es ajeno el Teatro a una situación en la que los abonados salen y se encuentran con cartoneros y basura en la calle, pordioseros, y niños mendigando. A lo que se agrega que el Colón ha sufrido vandalismos varios en años recientes. Pero también hay pobreza e inseguridad en los suburbios de las capitales europeas como París, aunque en grado menor, y no por ello se pone en tela de juicio el presupuesto del Palais Garnier y la Opera de la Bastilla. Es que la necesidad de la cultura se considera política de Estado; aquí también debe serlo, alejándose de la frivolidad “light” y del mercantilismo farandulesco.

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