Pese a las limitaciones que presenta su arquitectura, señaladas en el párrafo anterior, sólo unas pocas voces muy radicalizadas pueden pensar en reemplazarlo. No sólo el costo sería altísimo, sino que se perdería una belleza y una acústica que muchos creen únicos en el mundo. En cuanto a construir un “segundo Colón”, ello sería una solución similar a la de París, donde persiste el Palais Garnier pero se ha construido la Opera de la Bastille. Parece poco probable que ello ocurra aquí, donde más bien tenemos una situación similar a la de Viena: una ópera grande y a la antigua, y otra menor (el Avenida).
Gente totalmente negada a la cultura ha llegado a pensar en la eliminación lisa y llana del Colón debido a su costo de mantenimiento. La pregunta base es ésta: ¿por qué alguien que no tiene ningún interés en la música académica, debería admitir que un porcentaje de sus impuestos vaya a sostener una institución en la que no cree ni le sirve? Pero claro está que otro podría pensar: para qué mantener los hospitales públicos, “si yo voy a los mejores sanatorios privados”. O porqué apoyar el teatro o el cine o los museos. O los deportes, la televisión, etc. Son confusiones mentales o egoísmos a ultranza más expandidos de lo que podría creerse. Otros, incluso sin ir ellos mismos al Colón, saben darse cuenta de su importancia para la ciudad y de la lógica que tiene la utilización de dineros públicos (y por ende del contribuyente) para mantenerlo. Para muchísimos, su nivel de pobreza o indigencia hace que el tema del Colón pertenezca a otro mundo; lamentablemente siempre fue así, pero desde la crisis se nota mucho más. Si en la lucha contra esa realidad social se logra una mejoría, podría ocurrir que cierta cantidad de gente pueda pensar en esos otros mundos que le habían estado vedados por imposibilidad material, y quizás algunos se acerquen al Colón. Pero siempre habrá muchísimas personas que no van nunca al Colón aunque podrían acceder sin problema, sencillamente porque no tienen el gusto o la sensibilidad desarrollados hacia el amor a la música. Sin embargo, basta un pequeño porcentaje melómano y con medios en una urbe amplia como la nuestra (hay que pensar en el Gran Buenos Aires) para que el Colón pueda parecer chico en muchas noches. No todos van al teatro, o incluso al estadio a ver fútbol, o al cine. Pero son todas actividades que forman parte de la industria del ocio, y no hay sociólogo que no considere esencial el manejo del ocio en las sociedades desarrolladas actuales. Y a ello se agrega que el turismo cultural toma como meta a Buenos Aires cada vez con mayor frecuencia (es notable la cantidad de voces extranjeras que se escuchan en el Colón comparando con anteriores décadas).
Está también la influencia de la farándula y de lo “light”, que lleva a un mundo confuso que entrevera manifestaciones artísticas antagónicas. Y también una equivalencia falsa del éxito y la calidad; vale la sala llena, aunque lo que se vea es malo. Siempre habrá salas cuya tradición tolera esto, pero no es el caso del Colón. También hay que evitar la explotación política del sentimiento de inferioridad reflejado en la frase “¡al Colón!” y que ha llevado a tantos desaguisados a través del tiempo. ¿Pretende un gran pianista o violinista que su vida no está completa si no actúa en un gran estadio? Por cierto que no, pero sí abundan las figuras de la música no académica que declaran que su actuación en el Colón es la cima de su vida profesional. ¿Porqué un teatro lírico debe importarle a un ídolo popular que llena estadios con música amplificada? Esto siempre se ha debatido, pero los teatros líricos en Europa cuidan su prestigio, y raramente se ha admitido allí este tipo de cosas. Un teatro tiene una vocación, un propósito, y una tradición que lo avala después de muchos años de trayectoria; es el caso del Colón.
Del mismo modo, el uso puramente mercantil del Colón meramente para allegar fondos y disminuir el subsidio sólo puede justificarse si se presentan espectáculos que están en líneas con esa vocación. Y lo mismo vale para convenciones o actos políticos. El Colón ya tiene un calendario muy nutrido en base a lo que le compete y lo justifica.
Estos párrafos de introito pretenden poner en su lugar a aquellos que atacan la esencia misma del Colón. Todo hombre de cultura debe defender con vehemencia a esta fuente inigualable de ópera, ballet y concierto. Y ello en sus tres objetos mientras no exista el Auditorio de categoría y gran capacidad que permita derivar ciertas actividades de concierto a ese nuevo ámbito y así dejar más fechas para ópera y ballet, con la responsabilidad implícita de la Ciudad de proveer los fondos adecuados para ese calendario más intenso en esos géneros más caros que el concierto.
Desbrozados estos aspectos, veamos algunos aspectos posibles del futuro del Teatro, con propuestas factibles (algunas ya insinuadas en partes anteriores de este informe).
1) Cambiar el método de pagos eliminando la cuenta única, que ha sido un fracaso desde su implantación en 1998. Ello no sólo afecta al Colón sino también a los teatros del Complejo Teatral de Buenos Aires.
2) Otorgar la autarquía al Colón, con la libertad que ello implica y sin por ello renunciar al control mediante auditorías. La autarquía, sin embargo, necesita de medidas supletorias para funcionar bien. Ante todo, que el presupuesto sea adecuado y entregado en tiempo y forma; sin esto, la autarquía es una burla, como le ocurre al Teatro Nacional Cervantes.
3) Seguir realizando un estricto seguimiento y monitoreo del Master Plan, asegurando que las tareas esenciales se cumplan para que la entrega del Teatro se produzca a principios de Abril 2008. Intervenir con expertos en aquellos temas más polémicos. Presionar para la modificación de tareas conceptuadas como erróneas y para la realización de otras ligadas a las actividades cotidianas del personal, que aun siendo imprescindibles, no han sido contempladas (salas de ensayo y talleres).
4) Aprovechar el semestre Julio-Diciembre 2007 para armar un equipo de expertos en reglamentos que realicen conversaciones extraoficiales con el personal para poder luego hacer propuestas concretas y previamente consensuadas que vayan resolviendo los principales problemas operativos.
5) Por otra parte, resulta esencial redefinir en términos inequívocos la vocación del Teatro. Para quien escribe, no hay duda y ya quedó expresado: en forma excluyente, ópera, ballet y conciertos clásicos. Subsidiado por la Ciudad Autónoma en forma muy mayoritaria. No quita esto que se intenten apoyos de mecenazgo privado, pero cualquier aporte será por añadidura a la responsabilidad del Estado con respecto al mismo. Descartar el concepto del Colón con criterios mercantiles y reasumir plenamente, como lo hizo el Colón durante muchas décadas, su función de organismo esencial de la cultura musical de la ciudad.
6) Reafirmar también su condición de teatro de producción integrada, que durante la mayor parte de su trayectoria lo ha distinguido entre sus muy pocos pares en el mundo. No negarse a intercambios de producciones, aprovechando lo más plenamente posible su capacidad de producción, para aprovechar un tipo de cambio favorable que hace a nuestras producciones tan atractivas en términos de costos.
7) Mejorar fuertemente el presupuesto del Teatro.
8) Dictar legislación específica que contemple los casos de empleados que están entre los 55 y los 65 años y cuyo blanqueo de haberes en 2005 no les asegura una jubilación adecuada debido a la regla que sólo contempla los diez últimos años de actividad.
9) No debe conceptuarse al Colón, como frecuentemente ha ocurrido, como un campo de batalla entre gremios y funcionarios. Por supuesto hay agitadores allí como en todos lados, pero también gente que tiene 20 ó 30 años de Colón y que ha visto muchos abusos del Gobierno. Los negociadores deben ir con la mente abierta y dispuesta a analizar problemas específicos que el burócrata habitual desconoce. La analogía con otros estamentos del Gobierno a veces se aplica pero muchas veces no es así, ciertos problemas son privativos del Colón y necesitan de soluciones específicas para sus características. Por ello los funcionarios deben ser elegidos con mucho tino y preferentemente deben conocer el estamento laboral que están analizando. También es importante proceder con apretado cronograma y cumplir estrictamente con él; deben estar regulados los plazos y las sanciones por no cumplirlos por ambas partes. Puede haber casos que requieran de arbitrajes independientes que también deberán tener estrictos límites de tiempo. Negociaciones que se estiran varios años desalientan y fracasan. Por otra parte, puede justificarse realizar estudios comparativos con instituciones similares del mundo y traer expertos de otros países. Todo esto debe tener una supervisión estricta por parte de los Directores del Colón y del Ministro de Cultura.
10) Hay una cuestión que debe tenerse en cuenta: el prestigio ante el exterior. Si el actual Director Artístico trabaja como corresponde, ya debería tener armada la temporada 2008 y estar pensando en la de 2009, por más que sepa que en el absurdo sistema actual sólo puede “apalabrar” a los artistas a los que se quiere traer. Pero si la temporada quedase aceptada por el Jefe de Gobierno antes de fin de año, el correcto comportamiento (lamentablemente no muy frecuente aquí) es respetar los contratos y por ende si hubiera nuevo Director Artístico debería honrar los contratos firmados. Así hizo Gerardo Gandini en 1998 con los contratos firmados por Miguel Angel Veltri en 1997. Es que en el mundo de hoy avisarle apenas unos meses antes a un artista que se cancela su contrato puede significarle que se queda con un mes vacío en su calendario, porque en el mundo se programa con mucha antelación. Si se cancelan contratos sin razón válida ocurrirá luego que los artistas se negarán a firmar nuevos contratos, se habrá perdido la credibilidad. El ego de los directores no los debiera llevar a hacer “su” temporada y descartar la del antecesor a costa del prestigio de la institución. Es por ello que el Colón ha perdido imagen durante décadas recientes.
11) Deben reanudarse los abonos especiales para estudiantes y jubilados. Además, debe haber funciones extraordinarias a menor precio, ya que la función social es importante. También hay ideas que con alguna modificación podrían retomarse, como conciertos a precios bajos cuidando la calidad de grupos o artistas extra-Colón.
12) Deben realizarse concursos sin cortapisas para completar las plantas. Ello está ligado al asunto de la jubilación. Debe terminarse con aberraciones como ocurren en el Cuerpo de Baile (antes mencionadas). Los concursos deben tener mayoría de jurados extra-Colón para evitar camarillas y nepotismos.
13) La política de programación en las tres vocaciones del Colón deberá responder a estos criterios: variedad, renovación, exhumación, adecuada rotación, equilibrio entre conservadorismo y vanguardia.
14) Si el Master Plan aun no terminó aspectos secundarios para abril del 2008, realizar una adecuada programación que permita completarlos en el menor tiempo posible y sin volver a cerrar el teatro.
15) Los Directores principales (General y Artístico) deben tener contratos de cinco años renovables de mutuo acuerdo. (O el Director que es a la vez General y Artístico). Sólo se los podrá remover con causales graves especificados en el contrato, y si lo son injustamente deberán ser indemnizados. No hay otra manera de lograr una continuidad razonable en la línea artística del teatro, ya que la excesiva rotación, como hemos visto en años recientes, conspira contra la excelencia a la que aspiramos para el Teatro.
16) Deben estar contemplados, como lo han sido en años recientes, espectáculos para niños dentro de las vocaciones del Colón, siempre respetando el nivel de calidad que el Colón debe tener en todos sus aspectos. Y en el caso del Coro de Niños del Colón, hay que determinar sus condiciones de trabajo, que fueron absurdamente atacadas en la temporada 2006.
17) La recuperación del Salón Dorado en 2008 implica armar una intensa temporada de conciertos, espectáculos y conferencias sin pretender lucrar; ésa es la buena tradición del Teatro y hay que volver a ella. Se continuará con los cursos formativos de apreciación musical.
18) Conviene tener en cuenta la posibilidad de asistir a ensayos generales a precios mucho menores que los de las funciones; se ha hecho en temporadas recientes y es factible en un teatro organizado sin conflictos internos.
19) Boletería: a) implementar procedimientos más ágiles de renovación de abonos (hubo este año esperas de hasta tres horas); b) permitir pagar entradas hasta cuatro meses antes del espectáculo, como se hace en Europa, y con reservas por Internet, pensando no sólo en el turismo internacional sino también en el de provincias; c) pero dejar un cupo para último momento, evitando así la frustración del turista que no ha podido realizar una reserva con mucho tiempo. Mantener el pago en cuotas de abonos y dar turnos lógicos para los pagos.
20) Proyección del Colón fuera de su sede (descontando 2007): Por supuesto, los grandes espectáculos no son transportables ya que no hay teatros (salvo el Argentino de La Plata) que puedan asimilar una puesta de un amplio ballet o de una ópera grandiosa (el Luna Park es una opción acústicamente inaceptable). Pero pueden haber óperas de cámara o ballets de cámara más fáciles de llevar. No olvidar que existe la Opera de Cámara del Colón, que tiene esa flexibilidad. En cuanto a las Orquestas, pueden actuar en otros ámbitos, y en el caso de la Filarmónica sería buena idea realizar repeticiones de conciertos de abono en, p.ej., el Auditorio de Belgrano. Más allá de nuestra ciudad, los costos aumentan geométricamente y recargan el presupuesto anual, además de las limitaciones de otros teatros en la República. Se han registrado giras europeas de cuerpos estables como la Filarmónica, y ello es positivo para la difusión internacional de nuestra cultura y de nuestros artistas. El traslado masivo e integral de coro, orquesta, puesta y solistas en óperas producidas por el Colón no se ha producido nunca (y muy raramente hubo visitas de ese tipo; la de 1998 del Teatro Maryinsky de San Petersburgo fue una bienvenida excepción). Se han concretado en cambio viajes de grupos de artistas líricos del Colón actuando con orquestas locales , o de bailarines.
21) Televisión y radio: se deberá continuar con los programas actuales, aunque corrigiendo algunos aspectos demasiado livianos. Hay que evitar lo solemne pero tambien lo frívolo.
22) Debe descartarse todo comité de asesoría con respecto a la Dirección Artística; si ésta es idónea no la necesita, pero además el comité puede interferir y desautorizar excelentes ideas de programación (esto ha ocurrido en el pasado).
23) Más allá de tener bajo su mando a encargados de área con facultad de programar, el Director Artístico debe ejercer el veto previo; o sea, debe dar ideas y directivas previamente y luego participar en las etapas de elaboración : incluso en la etapa final, antes de concretar o anunciar cualquier programa, el Director Artístico debe tener derecho a revisarlo o vetarlo.
24) Es imperativo que el Colón vuelva a apoyar la creación nacional a través de encargos y concursos cubriendo sus tres vocaciones. Los encargos se hacen a compositores de probada trayectoria y los concursos pueden hacerse en dos categorías, de jóvenes (hasta 40 años) y de mayores de 40. Y debe haber sumas de dinero compensatorias, en especial para ópera.
25) Resulta muy interesante la posibilidad de sponsoreo de producciones o de artistas reconociéndolo públicamente y figurando en los programas. En la medida en que se logren suficientes mecenazgos específicos, la carga de financiación estatal que se ahorra puede pasar a la siguiente temporada y permitir un año más interesante en su oferta. Por supuesto, esto sólo si cambia el sistema y el dinero puede quedar en el Colón. La variante podría ser alguna combinación con la Fundación.
La lista seguramente podría extenderse pero si en el próximo período de gobierno se pudiera obtener un porcentaje importante de lo expuesto en los puntos precedentes, ya el Colón habría cambiado para mejor muy sustancialmente. Es un trabajo arduo y tesonero que exige mano firme y justa y plena colaboración entre los directivos de la Ciudad y del Teatro.